"La
fisioterapia es el arte y ciencia..." Muchos fisioterapeutas nos hemos
formado escuchando estas palabras (OMS, 1968) desde las primeras lecciones.
Gracias al trabajo y al empeño de algunos compañeros, la primera parte de esta definición es nuestro pasado, mientras que la segunda marca claramente
nuestro presente y nuestro futuro.
En
la búsqueda constante para mejorar la calidad de nuestros
tratamientos (una de las motivaciones que impulsan la investigación científica), buena parte del viaje ha
tenido como motor la terapia manual, que ha presentado estudios con un rigor
científico cada vez mayor, rigor que se ha contagiado en los últimos años a la electroterapia, con
estudios sobre técnicas cuyos nombres o marcas pueden resultar nuevos, pero
cuyas bases físicas y fisiológicas nos han acompañado siempre. Toda la evidencia científica recogida en este tiempo nos ha permitido conseguir
resultados mejores, en menos tiempo, y más duraderos. A pesar de ello, en
algunas ocasiones, nuestros tratamientos no obtienen los efectos esperados. El
enfoque biopsicosocial de la salud (Engel, 1977) nos ofrece una perspectiva
diferente, más amplia, que nos ayuda para seguir
mejorando, apoyándonos en campos tan dispares como la
teoría de la comunicación o la psicología de la emoción. Campos que quizás nos puedan parecer lejanos de nuestro marco conceptual,
pero que, por poner un ejemplo, no lo son más que la arquitectura, de la cual
hemos tomado prestado el concepto de tensegridad.
Resulta
habitual, en la formación pre y post grado del
fisioterapeuta, incidir en la necesidad de una buena entrevista clínica que nos permita recoger la mayor cantidad de información sobre la situación del paciente, sin embargo, no
resulta tan habitual recordar al profesional que la comunicación verbal, en la que basamos ese proceso, representa entre el
7% y el 40% (Mehrabian, 1967; Davis, 2005) de todo el intercambio. Esa cantidad
de datos perdidos se convierte en un sesgo que tendrá consecuencias en nuestro tratamiento. Dentro de ese
contexto, la escucha activa, prestando atención no solamente
a lo que se nos dice sino a la manera de decirlo, a la gestualidad asociada y a
los silencios de la conversación, puede convertirse entonces en una
técnica de recogida de datos que completará la valoración articular, muscular y funcional.
La
lista de disciplinas científicas de las que la fisioterapia
puede y debe nutrirse sería mucho más extensa. Nuestra responsabilidad como profesionales de la
salud es la de ofrecer un verdadero tratamiento global, y no sólo estructural o funcional, a nuestro paciente. Y como exponentes de una salud basada
en el conocimiento científico ese tratamiento debe basarse en
ciencia y no en otros conocimientos. La frase "eso no se aprende en
ningún sitio, se va desarrollando con el
tiempo" refiriéndose a estas habilidades, se ha repetido tantas veces que
podría pasar por cierta, pero resulta tan errónea como la afirmación de que para aprender a realizar movilizaciones
con movimiento o punción seca bastará con dejar pasar el tiempo y estos conocimientos se instaurarán por ósmosis en nuestro intelecto. Eso
suena a magia, y va siendo hora de dejar el arte, otra vez, atrás.
Gracias y buena lectura.
Artículo publicado previamente en www.instema.net
Imagen por CleftClips bajo licencia Creative Commons
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