viernes, 23 de junio de 2017

Gaudeamus Igitur

Hoy toca ir de Graduación. Y como a pesar de que voy a poder hablar mucho voy a tener que ceñirme a un guion muy claro voy a aprovechar que el blog y la entrada son mías y voy a empezar dando las gracias a Beatriz y a Francisco por el regalazo que me han hecho. Bea, Paco, gracias por permitirme disfrutar de esta graduación desde una posición inmejorable. No se si me lo merecía, pero voy a intentar merecérmelo.

Y es que esta Graduación es para mí especial. Se completa hoy mi cuarto curso como docente. Y eso quiere decir que unas filas más allá, sentados esperando a recibir la beca estarán Alessia, Sara, Aldo y otros compañeros que estaban también sentados enfrente de mí el primer día que empecé a dar clase. Y de la misma manera que a ser padre te enseñan tus hijos, ellos fueron los primeros que me enseñaron a ser profesor. Gracias.
Mezclados con ellos también estarán Antonio, Diego, Marina,  y muchos más estudiantes con los que compartí horas de clase, dudas sobre vendajes, puntos gatillo, ultrasonidos y Kabat. Pero también compañeros (sí, ¿lo veis que ese día llegaba?)  con los que compartí dudas sobre casos clínicos, paradigmas, competencias y futuros de la fisioterapia.

Me emocionaré al leer vuestros nombres, lo se. Me emocionaré más que cuando hace años leí el discurso en mi propia graduación (por cierto, estad atentos al discurso de María. María, es precioso. Ayer, mientras lo leías en el ensayo, con el auditorio vacío y tus manos en los bolsillos me apretaste el corazón con tus palabras). Digo que me emocionaré porque veros desde hoy compañeros me completa como docente. Como si por una suerte de algún extraño mecanismo de epigenética la evolución de la profesión siguiese a través vuestro. Seré responsable de una parte infinitesimal de vuestros aciertos, y culpable de la mayoría de vuestros errores. Así que hoy, mientras vosotros os graduáis como fisioterapeutas yo me gradúo también y completo una de esas 4 facetas profesionales (asistencial, gestora, investigadora y docente) de las que os hablé en otoño del 2013.

¿Y ahora qué?, diréis. Pues no voy a deciros nada. Leed esta entrada de Carlos Castaño, leedla y memorizadla como si fuese materia de examen, yo no podría daros mejores consejos. Ahora disfrutad. Disfrutad de este día, con vuestros amigos, con vuestras familias. Disfrutad de la profesión que habéis alcanzado. Disfrutad de la responsabilidad que conlleva. Disfrutad aprendiendo con otros compañeros, con los pacientes. Disfrutad cuestionándoos lo establecido, el siempre se ha hecho así o el no se puede hacer de otra manera. Disfrutad pensando. Disfrutad aprendiendo (sin exámenes es mucho mejor). Disfrutad siendo fisioterapeutas.

¿Y yo? ¿Ahora qué? Pues ahora a seguir aprendiendo de vosotros. A seguir aprendiendo de vuestros compañeros, esos que ocupan hoy los asientos de clase. Y también a seguir aprendiendo de vuestros compañeros, esos que hoy llevan toga y birrete (gracias también a ellos, a Vanesa, a Carlos, a Raquel, a Mónica, a todos vosotros, un café con vosotros es siempre un regalo). Y a emocionarme cuando el coro cante aquello de


Vivat Academia
Vivant profesores


Pero sobre todo vivan los estudiantes!!!!

Muchas gracias y buena lectura

lunes, 19 de junio de 2017

Él nunca lo haría

Pasó hace unas semanas. En uno de los grupos de WhatsApp que comparto con otros compañeros (esos fisiofrikis nos llama mi chica) hablábamos de esos pacientes que de un día para otro simplemente "desaparecen".  No, no hablábamos de aquellos que te dejan tirado, sin avisar ni nada, esos que te cogen cita urgente para mañana a las 8 de la mañana, y después de darte un madrugón de campeonato te dejan más en la estacada que los barones socialistas a Pedro Sánchez. Hablábamos de esos pacientes a los que tratas, una, dos o tres veces, que están mejorando, aquellos pacientes con los que has pautado y consensuado un plan de ejercicio, de tratamiento,  unos objetivos, y que de repente, con  una llamada de teléfono, o con un mensaje de whatsapp anulan la cita, sin motivo, sin explicaciones. Si te he visto no me acuerdo.

Hace unos meses, en Twitter (más frikis, sin el apellido, generalizando) preguntaba Julio Mayol cómo se sentían los profesionales ante el abandono por parte del paciente:
La respuesta es cuando menos curiosa. Un 60% de los profesionales se sienten dolidos ante una pérdida de ese tipo. Quizás el raro soy yo, pero no lo veo. Hablamos a menudo de "mis" pacientes, o de "nuestros" pacientes, evocando con esos determinantes posesivos un concepto de posesión completamente equivocado desde mi punto de vista. La relación terapeuta-paciente no es una relación de pareja, ni de amistad, en la que dos personas se escogen libremente, y en la que esa sensación de abandono cuando las cosas al final se acaban puede estar justificada. La relación terapeuta-paciente es  absolutamente asimétrica. Es el paciente aquel que escoge el terapeuta (y algún político español diría que es el terapeuta aquel que es escogido por el paciente, y es el paciente el que vota al alcalde, pero vamos a dejarlo aquí), o en según que sistemas, es el propio sistema el que asigna un terapeuta a un paciente, o un paciente a un terapeuta. Pero por lo que yo conozco no existe en ningún caso el profesional sanitario que va "eligiendo" a sus pacientes (aunque reconozco que como idea no estaría nada mal). Tiene mucho más sentido por ello que yo hable de "mi" dentista, o de "mi" médico de familia, a que yo hable  de "mis" pacientes.

Y sin embargo en fisioterapia ese porcentaje del que hablaba Julio Mayol se mantiene o incluso se eleva. De eso hablaba con mis compañeros (sí, aquí el mis si está bien utilizado). Ese paciente al que pensábamos que con una o dos sesiones más habríamos alcanzado todos los objetivos y que nos "abandona" antes de tiempo. ¿Antes de tiempo? ¿Abandona? A lo mejor no es así del todo. En fisioterapia, habitualmente, no salvamos vidas. Sí, es cierto, mejoramos la calidad de la vida de los pacientes, pero eso también lo hacen mil otras cosas (voy abriendo el paraguas), un libro, tener más tiempo libre, un analgésico, 6 en la primitiva... Y además, somos bastante periféricos en la vida de muchos de esos pacientes. Ese paciente ha pasado con nosotros una, dos, quizás tres horas en el último año de su vida... (no hagáis cuentas, ya os lo digo yo, un porcentaje menor del 0,05... tendría peso estadístico). No sabemos porqué el paciente dejó de venir, quizás consideró que ya se encontraba lo suficientemente bien como para necesitar esa otra sesión que habíamos planificado juntos, o quizás todo lo contrario, consideró que no se encontraba lo suficientemente bien como para seguir acudiendo a nosotros y prefirió buscar en otro sitio. Quizás simplemente no tenía tiempo, o dinero, o ganas, o cualquier otro motivo que no le apetecía compartir con nosotros.

Hace años que decidí dejar de hacerme pajas mentales elucubraciones sobre aquellos aspectos que no podía controlar. Admití que esta relación con la que trabajo es una relación en la que de alguna manera (y aparte del paraguas, voy poniéndome un chubasquero por la que me pueda caer) el fisioterapeuta tiene mucho de kleenex, muy útil cuando es útil, hasta que de repente un día no lo necesitas más y se va a la basura. Acepté que yo soy de mis pacientes,  y que son ellos los que deciden cuando empieza nuestra relación y cuando acaba. Asumí que por mucho que establezca con ellos una buena relación, que los involucre en tratamiento y en la toma de decisiones, seguimos siendo dos extraños que caminan juntos solamente durante un breve trecho del camino. Me hice cargo que como en cualquier relación de pareja solo sabemos cuando va a acabarse cuando ya se ha acabado, y que en esto tampoco hay simetría.



No, el paciente no me abandona cuando decide dejar de venir. Entiendo que tiene sus motivos aunque yo no los conozca, de la misma manera en la que yo abandono un tratamiento cualquiera sin que la amoxicilina se sienta abandonada por ello. Pero en el colmo de la asimetría de esta relación, seguiré sintiendo el peso de la responsabilidad cuando un paciente, cuando ese mismo paciente, deposite su confianza en mí para que le pueda ayudar. 

Muchas gracias y buena lectura.