lunes, 8 de agosto de 2016

Citius, altius, fortius? No, solamente Optimum

Hoy estamos de Juegos Olímpicos. Hoy toca hablar de deporte. De fisioterapia y deporte. De mi opinión sobre la fisioterapia y el deporte.

Como muchos fisioterapeutas reconozco que me atrajo la idea de la fisioterapia deportiva desde mis tiempos en la Universidad. Nunca fue mi motivación principal para estudiar fisioterapia, pero es cierto que por los comentarios de algunos profesores, por la imagen que se daba de los fisioterapeutas en el mundo del deporte (hace veinte años era prácticamente el único ámbito con el que la gente relacionaba la fisioterapia de manera automática) y porque el mundo del deporte en el fondo siempre me ha atraído, durante un tiempo desee poder ganarme la vida como fisioterapeuta especializado en deporte.

Tuve suerte. No puedo decir que me dediqué al deporte de élite. Pero al menos tuve la posibilidad de ser fisioterapeuta en un equipo de baloncesto profesional. Club de Baloncesto Alcalá. Allá por el año 2000 (qué joven se me ve en la foto del equipo). Jugábamos en liga LEB2, que ya no se ni siquiera si existe (de hecho perdimos la categoría a final de temporada) en el pabellón de Caja Madrid (anda, estos también han perdido la categoría) de Alcalá de Henares. Quedaría muy bonito decir que aprendí mucho de aquella experiencia, pero sería mentira, aprendí lo justo. Si que puedo decir que fue muy enriquecedora. Me bastó un año para decidir que el deporte profesional y yo íbamos a ir por caminos separados.

Deportistas profesionales. Gente que se gana la vida gracias a su cuerpo. Gente que se gana la vida aún a costa de su cuerpo. Lo vemos ahora en los Juegos. El deportista de élite no piensa en su salud futura. Piensa en hoy. En esa décima de segundo menos, en ese gesto que le acerque a una medalla, a la gloria, y también al dinero que a veces va unido a ellas, una beca, un contrato... el deportista el día de mañana también tiene que comer, y quitando algunas pocas excepciones, la mayoría de ellos, cuando dejen de competir, no podrán vivir de las rentas.

De mi experiencia en el Alcalá recuerdo sobre todo una conversación con uno de los jugadores. Tenía la rodilla chunga desde hace la tira de tiempo, jugaba con cuentagotas, entre dolores, vendajes y alguna vez hasta infiltrado. Recuerdo perfectamente una charla en la enfermería (era como se llamaba la sala, aunque lo que había era un fisioterapeuta, y nunca un enfermero) en la que me pidió desesperadamente que le arreglase la rodilla para jugar, a cualquier precio, porque necesitaba un contrato para seguir jugando y con las estadísticas de ese año nadie le iba a fichar, porque tenía dos hijos y no quería quedarse sin trabajo. No lo conseguí. Se que al año siguiente no tuvo equipo. Me dolió. Yo ya había decidido que el deporte profesional y yo no congeniábamos. 

Si pensamos que la salud es poner en un estado óptimo de funcionalidad a una persona, la fisioterapia del deporte y más concretamente la fisioterapia en el deporte de élite es la máxima expresión posible de la profesión. "Citius. Altius. Fortius". Pero yo veo más la salud como un proceso, con sus altos y con sus bajos. Y al fisioterapeuta como un apoyo para superar los segundos. En el deporte de élite, a veces, ese apoyo es como si concediésemos un préstamo a la persona, sabiendo que es posible que se quede endeudada durante mucho tiempo (o no, tampoco podemos jugar a ser adivinos). Y sí, es cierto que la persona es consciente y responsable de eso, y que en ningún momento nuestra actuación adolece de falta de ética. Para nada. No, simplemente descubrí que no es mi campo. Que adoro el deporte. Y la fisioterapia. Y a los fisioterapeutas que se dedican al deporte de élite. Pero que preferí hacer fisioterapia en otro ámbito. De otra manera. No para que alguien sea el más rápido, el más alto, el más fuerte. Solamente para que esté mejor, y perdonadme si no es poco.

Muchas gracias y buena lectura.

Imagen de dominio público con licencia CC