miércoles, 18 de noviembre de 2015

And the winner is...

El viernes pasado estuve en las 5 Jornadas Interhospitalarias de Fisioterapia en el Hospital de Fuenlabrada. No voy a ensalzarlas. No lo necesitan. Mantener durante 5 años el nivel de asistencia conseguido, el interés generado y el nivel de los ponentes hablan por ellas mejor de lo que pueda hacer mi prosa.

Este año tuve el placer de participar como moderador en la mesa de práctica clínica, Roy La Touche a un lado, Júlia Jubany al otro y allá a mi frente Estambul (o sea, el público). Una maravilla de mesa, adornada con dos comunicaciones super interesantes, entre ellas la que acabó ganando el premio a la mejor comunicación, de Alfonso Gil. Estaba preocupado porque pensé que no daría tiempo a contestar a todas las preguntas que yo hubiese querido hacer, pero pasó justamente lo contrario, las preguntas fueron pocas y acabamos por disfrutar viendo como Roy preguntaba a Júlia. Experiencias nuevas producen reflexiones nuevas. O al menos renuevan las que estaban ya rondado por el cerebro.

                                                     


Circulan por la red, en español y en inglés, "manuales" sobre cómo se tiene que preguntar en un congreso científico. Todos tenemos presente algún congreso en el que alguien no pregunta por preguntar sino para hacerse notar, otros simplemente critican, y algunos directamente se mueren de la vergüenza antes de lanzar una pregunta que podría ser muy interesante. El hecho de que medio en broma medio en serio existan esos manuales tiene un porqué. Una explicación que está muy lejos de esos congresos o de esas jornadas.

Decía Quim Chalé hace un mes en Barcelona que la gente tiene miedo a hacer preguntas. Y es cierto. El sistema educativo se forma desde que somos muy pequeños en premiar a los alumnos que saben dar respuestas correctas. "Escucha lo que digo, piensa, y responde cuando te pregunte". Así hemos crecido todos, daba igual LOGSE, LODE, LOMCE.... si sabes responder eres buen estudiante... si no sabes responder bien no lo eres. Fin de la cita.

Luego llega la universidad. Más de lo mismo. Escucha. Piensa (o no, a veces basta memorizar). Y responde. Responde aquí. Responde a lo que se te pregunte.

Y después de la universidad, para los que quieren seguir estudiando llega el mundo de la investigación. Y aquí cambia el paradigma. Lo importante no es dar respuestas. Lo importante es saber hacer preguntas. La pregunta guía a la respuesta. Solamente las preguntas nuevas pueden generar respuestas realmente novedosas. Si las preguntas no cambian difícilmente cambiarán nuestras respuestas. Pero hay pocos científicos brillantes, porque hay pocas mentes que sean capaces de seguir preguntando durante todo el sistema educativo.

Tengo cuatro sobrinos maravillosos, y veo como evoluciona la mente de los niños a través de como preguntan. Los niños saben hacer preguntas originales, novedosas, a veces incluso ligeramente impertinentes (como lo son las preguntas científicas que son capaces de plantearse lo que ya está establecido). Vienen de serie con esa capacidad. Luego evolucionan, llegan los exámenes, la necesidad de adaptarse a lo que se les pide. Y las preguntas dejan paso a las respuestas. Y la imaginación y el pensamiento lateral deja paso a la repetición y al pensamiento lineal. Y claro, si se mantiene durante suficientes años ese mecanismo, la capacidad de preguntar se pierde como gotas en la lluvia.

En la JIF había premios para la mejor comunicación, para el mejor cartel. Y hubo buenas comunicaciones. Y buenos carteles. Quizás, para que se puedan escuchar buenas preguntas en los congresos habría que premiar a las mejores preguntas. Y quizás habría que empezar desde antes, desde la universidad, desde el instituto, desde la primaria... 

Enseñar a preguntar como alternativa a enseñar a responder. Premiar las preguntas como se premian las respuestas... ahí lo dejo...

Muchas gracias y buena lectura.

Imagen: https://www.flickr.com/photos/tony-m/4444505794/