jueves, 31 de diciembre de 2015

Carta de deseos para el año que viene.

Qué la salud siga siendo la unidad que da valor a los ceros que nos pone la vida. Qué no me falte la salud. Qué no falte la salud a los que quiero. Qué no falte sanidad a los que enfermen. Qué a la sanidad no le falte la humanidad la humildad y la comprensión.

Qué no me falte tiempo para ver a mi hija. Qué a mi hija no le falte el tiempo de su padre y de su madre. Qué a ningún niño les falte tiempo y cariño. Qué los niños sigan siendo niños y no adultos en pequeñito. Qué este país sea un país para niños. Qué la conciliación sea una realidad. Qué este país también sea un país para viejos, porque todos lo seremos algún día. 

Qué no tenga que visitar cementerios. Ni hospitales. Qué los que se han ido este año sean los últimos en irse durante mucho tiempo. Qué los que se han ido sepan que hoy con las uvas seguiré pensando en ellos (hasta luego Caro, dale recuerdos a mi padre).

Qué siga viendo la sonrisa en los ojos de mi hija. Qué siga viendo la sonrisa en los ojos de su madre. Qué nuestra hija siga viendo la sonrisa en nuestros ojos. Qué sigamos teniendo motivos para sonreír. Qué no nos engañen con sonrisas falsas. Qué no nos engañen tampoco con lágrimas falsas. Qué no perdamos la capacidad de llorar cuando hay que llorar. Qué sepamos que la tristeza tiene un porqué y un cuando. Pero que como dice una publicidad, qué nadie nos quite la capacidad de disfrutar.

Qué los políticos que nos representan nos representen a nosotros y no a ellos. Qué los medios de comunicación nos informen de una manera objetiva y desinteresada. Qué los partidos sean capaces de ponerse de acuerdo para saber donde va a estar mi país dentro de treinta años, no qué van a hacer con sus pensiones dentro de treinta años. Qué dentro de treinta años sigamos sabiendo lo que es una pensión. Qué dentro de treinta años una pensión sirva para algo más que para no llegar a fin de mes. Qué las pensiones de hoy valgan lo que valió el trabajo que les dio sentido.

Qué pueda seguir paseando por las calles de mi ciudad sin tener que preocuparme de que unos terroristas decidan que ha llegado el día del juicio final. Qué mi hija pueda crecer y correr por las calles de mi ciudad sin aprender el  miedo desde pequeña. Qué sepamos darle valor a la libertad nuestra y a la de los demás. Qué respetemos que las vidas que se van eran igual de importantes sin tener en cuenta religión o color de piel. Qué las religiones dejen de ser políticas. Qué las políticas dejen de ser religiones.

Qué mis alumnos me sigan exigiendo. Qué mis pacientes me sigan exigiendo. Qué yo aprenda a dejarme de exigir. Qué siga teniendo la suerte de tener un trabajo que me llena. Qué mucha más gente pueda tener la suerte de tener un trabajo que les llena. Qué toda la gente pueda tener la suerte de tener un trabajo. Qué los trabajos tengan las condiciones dignas. Qué la gente que se va al extranjero sea porque le apetece y no porque no tiene otra elección. Qué la gente que se tenga que ir al extranjero no se sienta fuera de casa. Qué los que están en el extranjero puedan seguir participando de la democracia de este país. Qué cada país pueda decidir que tipo de democracia quiere, que bandera le representa, que himno le emociona.

Qué mi chica me siga alegrando el día solo con su presencia. Qué sigamos riéndonos con videos de pingüinos, con la música de los ochenta, con juegos de palabras absurdas. Qué mis amigos sigan siendo mis amigos. Qué sea capaz de sacar un momento siempre para estar con ellos cuando les haga falta. Qué sea capaz de sacar un momento para estar con ellos, aunque no les haga falta.

Qué Disney respete la Fuerza y nos de un buen trailer de vez en cuando. Qué Maruja Torres y Joaquín Sabina (que me han inspirado esta entrada) sigan escribiendo y cantando. Que los escritores se dediquen a escribir y los cantantes a cantar. Qué tenga tiempo para volver a leer. Qué no deje de escuchar música. 

Qué mi hija siga bailando.

Y qué tú, que me lees, tengas un feliz 2016!!!


miércoles, 18 de noviembre de 2015

And the winner is...

El viernes pasado estuve en las 5 Jornadas Interhospitalarias de Fisioterapia en el Hospital de Fuenlabrada. No voy a ensalzarlas. No lo necesitan. Mantener durante 5 años el nivel de asistencia conseguido, el interés generado y el nivel de los ponentes hablan por ellas mejor de lo que pueda hacer mi prosa.

Este año tuve el placer de participar como moderador en la mesa de práctica clínica, Roy La Touche a un lado, Júlia Jubany al otro y allá a mi frente Estambul (o sea, el público). Una maravilla de mesa, adornada con dos comunicaciones super interesantes, entre ellas la que acabó ganando el premio a la mejor comunicación, de Alfonso Gil. Estaba preocupado porque pensé que no daría tiempo a contestar a todas las preguntas que yo hubiese querido hacer, pero pasó justamente lo contrario, las preguntas fueron pocas y acabamos por disfrutar viendo como Roy preguntaba a Júlia. Experiencias nuevas producen reflexiones nuevas. O al menos renuevan las que estaban ya rondado por el cerebro.

                                                     


Circulan por la red, en español y en inglés, "manuales" sobre cómo se tiene que preguntar en un congreso científico. Todos tenemos presente algún congreso en el que alguien no pregunta por preguntar sino para hacerse notar, otros simplemente critican, y algunos directamente se mueren de la vergüenza antes de lanzar una pregunta que podría ser muy interesante. El hecho de que medio en broma medio en serio existan esos manuales tiene un porqué. Una explicación que está muy lejos de esos congresos o de esas jornadas.

Decía Quim Chalé hace un mes en Barcelona que la gente tiene miedo a hacer preguntas. Y es cierto. El sistema educativo se forma desde que somos muy pequeños en premiar a los alumnos que saben dar respuestas correctas. "Escucha lo que digo, piensa, y responde cuando te pregunte". Así hemos crecido todos, daba igual LOGSE, LODE, LOMCE.... si sabes responder eres buen estudiante... si no sabes responder bien no lo eres. Fin de la cita.

Luego llega la universidad. Más de lo mismo. Escucha. Piensa (o no, a veces basta memorizar). Y responde. Responde aquí. Responde a lo que se te pregunte.

Y después de la universidad, para los que quieren seguir estudiando llega el mundo de la investigación. Y aquí cambia el paradigma. Lo importante no es dar respuestas. Lo importante es saber hacer preguntas. La pregunta guía a la respuesta. Solamente las preguntas nuevas pueden generar respuestas realmente novedosas. Si las preguntas no cambian difícilmente cambiarán nuestras respuestas. Pero hay pocos científicos brillantes, porque hay pocas mentes que sean capaces de seguir preguntando durante todo el sistema educativo.

Tengo cuatro sobrinos maravillosos, y veo como evoluciona la mente de los niños a través de como preguntan. Los niños saben hacer preguntas originales, novedosas, a veces incluso ligeramente impertinentes (como lo son las preguntas científicas que son capaces de plantearse lo que ya está establecido). Vienen de serie con esa capacidad. Luego evolucionan, llegan los exámenes, la necesidad de adaptarse a lo que se les pide. Y las preguntas dejan paso a las respuestas. Y la imaginación y el pensamiento lateral deja paso a la repetición y al pensamiento lineal. Y claro, si se mantiene durante suficientes años ese mecanismo, la capacidad de preguntar se pierde como gotas en la lluvia.

En la JIF había premios para la mejor comunicación, para el mejor cartel. Y hubo buenas comunicaciones. Y buenos carteles. Quizás, para que se puedan escuchar buenas preguntas en los congresos habría que premiar a las mejores preguntas. Y quizás habría que empezar desde antes, desde la universidad, desde el instituto, desde la primaria... 

Enseñar a preguntar como alternativa a enseñar a responder. Premiar las preguntas como se premian las respuestas... ahí lo dejo...

Muchas gracias y buena lectura.

Imagen: https://www.flickr.com/photos/tony-m/4444505794/

sábado, 24 de octubre de 2015

Ser o estar, ese es todavía el problema

Llego tarde, llego tarde, como el conejo de Alicia...

Hace un par de semanas tuve el honor de participar en las IV Jornadas Fisioterapia TIC y 2.0, organizadas por los Colegios de Fisioterapeutas de Cataluña y Andalucía. No pensaba escribir una entrada (la charla, con la consiguiente presentación, se puede ver en vídeo en el siguiente enlace). Pero esta semana la publicación completa del Informe #toptensalud20 por parte de Janssen Observer me ha animado a volver sobre el tema. (Y ha confirmado de alguna manera el trabajo que presenté en Barcelona, mucho menos potente, pero con algunas conclusiones similares)

2.0. Vivimos en una sociedad rodeada de cosas 2.0 y creo que mucha gente habla del 2.0 sin que todos tengamos claro si hablamos de lo mismo. El 2.0 nace como evolución de la web, cuando esta pasa de ser un mero transmisor de información (páginas estáticas, posibilidad de interacción inexistente) a una herramienta de comunicación bidireccional (ese era uno de los sentidos del número 2, marcar la bidireccionalidad y no solamente la evolución del proyecto). A partir de ese momento la red pasa a ser red social, con informaciones que fluyen en los dos sentidos (y que gracias a esa posibilidad de feedback se convierten en comunicación) y modificando el status quo inicial. Con la red 2.0, cualquier persona, desde cualquier sitio, puede ser un "informador", puede generar y difundir contenido, o modificar, completar y discutir el contenido creado por otros. Al amparo del 2.0 nace Facebook, Youtube, Twitter, Wikipedia, se modifican millones de páginas, y otras mueren. Con el 2.0 no solo cambia la web, cambia la manera de utilizar la web..., o eso debería haber pasado.

La fotografía del informe #toptensalud20 nos da una de cal y una de arena a los fisioterapeutas. La  primera viene representada con nuestra presencia en twitter, cercana al 50 % de las cuentas analizadas. Esto debería ser sinónimo de que en esta red social nuestra presencia es vigorosa, y nuestra voz, alta y firme. Pero para contrarrestar llega la arena, que nos dice que esa voz representa solamente el 3% del conjunto de las voces globales. O sea, que estamos, pero no interactuamos (o al menos no como podríamos interactuar). O que nuestra voz, más allá de nuestro propio colectivo no se oye tan clara y tan alta y tan firme como nos gustaría.

Como dije en la charla, nuestro objetivo como fisioterapeutas no debe ser la notoriedad, el ser más conocidos, el saber más técnicas, el leer más papers o el tener más visitantes en nuestro blog. Ni siquiera el ser mejores fisioterapeutas debería ser nuestro objetivo. El objetivo, el punto de destino tiene que ser mejorar la salud de los individuos y de la sociedad (eso que nos decían en la carrera de convertirnos en agentes de salud, Tomás Gallego dixit). El resto no son más que medios que pueden ayudar o no a conseguir nuestro objetivo. Conquistar y utilizar el 2.0 de una manera correcta es necesario. No basta con estar si queremos que las instituciones nos oigan, si queremos que otras profesiones nos oigan o si queremos que los pacientes nos oigan. Hay que hablar. Hay que hacerse oír.



Una última reflexión, siempre a raíz del informe de Janssen. Y dedicada a todos aquellos que se han sentido "ofendidos" por no estar. Qué malo es el ego. El informe #toptensalud20 no es una clasificación de los mejores, ni de los que mas hacen, ni de los más listos. El informe es una muestra y lo que importan son las conclusiones de la muestra, no los sujetos incluidos en ella. Podrían haber cogido otra muestra diferente y los resultados hubiesen sido muy parecidos. En eso consiste uno de los pilares de los estudios en ciencias sociales, en la capacidad representativa de la muestra elegida. Para el resto, MasterCard. O Klout, que para el ego va muy bien.

Muchas gracias y buena lectura.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Perder partidos. Ganar finales.

"Las finales no se juegan, se ganan." Luis Aragonés


En mis tiempos mozos le dediqué muchas horas al noble arte del balompié. Algunas jugando (bueno, más calentando banquillo que jugando para que vamos a negarlo) y otras, mucho más interesantes, entrenando equipos de chavales. No os voy a aburrir con historias del abuelo cebolleta. Pero quería reflexionar sobre una cosa y a ver que os parece.

105 metros. Esa es la longitud habitual de un campo de futbol profesional. Y dentro de ese campo la longitud del área grande (la zona donde el portero puede coger el balón con la mano) es de 16,5 metros. Si uno hace una regla de tres se da cuenta que el área equivale aproximadamente a un quince por ciento de la longitud total del campo.

Hay equipos que parecen muy buenos. Hay equipos que controlan muy bien el partido, que se pasan el balón perfectamente en un espacio de 88 metros. Toque adelante. Toque atrás. Marcaje al hombre. En zona. Doble pivote. Carrileros. Pero que cuando llegan a esos últimos metros se desinflan. No saben que hacer con el balón. Les falta tener claro cual es el objetivo del futbol. Como decía Cruyff, basta con meter un gol más que el contrario.

Así es un campo de futbol. Una división inexacta entre dos mitades. Una representa el 85 % del terreno. La otra representa "solamente" el 15 %. Según las matemáticas el 85% es mucho más que el 15 %. Pero el fútbol no comparte esa estadística. El penalty que falló Djukic con el Depor. El gol de Ramos en Lisboa. El fallo de Salinas contra Italia. El gol de Iniesta. Ese 15 % del campo es el que marca las diferencias en el fútbol. Lo mismo pasa en la fisioterapia.

Van diciendo los estudios que los efectos específicos de las terapias manuales representan aproximadamente en torno a un 15 % del resultado final. Y que el resto, el 85 %, tiene más que ver con los efectos inespecíficos. Escuchando esa música van frotándose las manos algunos (intrusos, extrusos, y no solo, espero que les guste el tono de esta entrada) diciendo que al final ese 85 % es mucho más importante que el 15%. Que da igual lo que hagas con tus manos porque su incidencia será tan pequeña en relación a todo lo demás que rodea el tratamiento que será irrelevante. Si pensáis eso no habéis jugado al futbol en vuestra puta vida.

Hay quien dice que se pueden ganar partidos (o curar pacientes) en ese 85 %, que la posesión y el control del partido sirven justo para eso. Y a veces ganan partidos, es cierto. A veces tanto va el cantaro a la fuente que al final se gana el partido (evolución natural de la enfermedad), o pasa que con un rebote el balón acaba entrando en la portería (regresión a la media), o que a veces un empate sobra (aceptación por parte del paciente y del terapeuta del estado de salud, disminución de la ansiedad como mediador del cuadro clínico). Pero la verdad es que los partidos, los campeonatos, las finales, se ganan en esos últimos 15 metros. Hay que ser muy buenos en esos últimos quince metros. Hay que ser muy buenos en la fisioterapia. Hay que marcar las diferencias con un 15 %.

¿Quiere decir eso que el 85 % (los efectos inespecíficos) no es importante? No, al contrario. Ahí es donde los partidos se pierden, en un balón perdido (expectativas defraudadas), en un contraataque que nos pasa desapercibido (mala recogida de información), en un marcaje mal hecho (relación terapeuta paciente mal dirigida). No podemos perder ahí nuestros partidos. Tenemos que estar atentos, muy atentos a cómo jugamos en ese espacio tan grande y a veces tan desconocido. No podemos confiar solo en tener un delantero grandullón para que lo haga todo. Esos 85 metros tenemos que dominarlos, que conocerlos, que utilizarlos para llevar el partido a esos 15 metros finales donde podemos (y debemos) marcar la diferencia. No podemos esperar que nuestra habilidad manual y nuestro razonamiento clínico ganen todos los partidos si no cuidamos los miedos, las creencias, las expectativas, los objetivos del paciente. Si no recogemos la información de una manera correcta. Si no cuidamos la relación terapeutica. En definitiva, si no sabemos leer bien el partido. Pero tampoco podemos esperar ganar una final desde el centro del campo, controlando, adornando con pases bonitos y hacia atrás (tantos discursos vacíos, a qué huelen las nubes) esperando que el tiempo corra y el árbitro pite. Al final, aunque sea en la prórroga hay que meterse en esa zona donde se hace la diferencia. Donde los buenos hacen la diferencia.  Y hacer algo muy fácil. O muy difícil. En el fondo es solo darle una patada a un balón. Como Iniesta. Igual que Iniesta.



Muchas gracias y buena lectura

jueves, 20 de agosto de 2015

Especialistas y especialistos.

Pues parece que estamos de vuelta de las vacaciones. Y que el tema de las especialidades sigue calentito. Así que como soy especialista en dar mi opinión (yo y otros cuarenta millones de españoles) aquí va la mía sobre las especialidades en Fisioterapia. (Si no te va el tema, pasa de post que hoy solo estoy en modo profesional).

1. ¿Para qué?
Según los teóricos del comportamiento cada acción surge como intento de solución de un problema. Por lo tanto creamos las especialidades en Fisioterapia pensando en solucionar algún problema de la profesión. ¿Cuál? Vamos a repasar un poco. ¿Las especialidades resolverán esa falta de mínimos comunes que actualmente la profesión tiene (o no tiene)? Pues va a ser que no. ¿Las especialidades cambiarán la visión de la fisioterapia que tiene la población en general? Pues va a ser que tampoco. ¿Las especialidades solucionarán el tema del intrusismo (o el del extrusismo)? Pues menos todavía. ¿Las especialidades solucionarán el tema de un exceso de formaciones postgrado, de calidades dispares y contenidos impares...? Pues me da que tampoco sirven para esto. ¿Mejorarán las especialidades las condiciones laborales de los fisioterapeutas? Pues tengo muchas dudas de que vayan a servir para eso. Y entonces, ¿solucionan algo las especialidades? Yo creo que sí, solucionan la falta de especialidades en la profesión, lo cual, siendo una disciplina sanitaria nos hace ir un paso por detrás de otros compañeros.
Ahora bien, pensar que las especialidades en fisioterapia van a ser la solución a todos los problemas nos puede descentrar sobre cuál es la verdadera situación de la fisioterapia. Y nos puede embarcar en un viaje que no lleva hacia donde algunos creen que lleva. Estaría bien hacer esta reflexión desde el principio antes de que nos marquemos un efecto concorde en toda regla. Para saber resolver bien los problemas es necesario saber plantearlos de modo correcto. No hay problem solver sin problem setter.

Imagen cortesía de @elefanteG85

2. ¿Cuáles?
Y aquí me vais a permitir que sea políticamente incorrecto (para eso es mi blog). Los que defendéis una especialidad en fisioterapia músculo esquelética... me podéis responder a una cosa ¿qué no es músculo esquelético? ¿La ATM? pues resulta que hay por ahí algunos músculos y algunos huesos. ¿El suelo pélvico? anda, si está lleno de músculos. ¿La fisioterapia cardiorrespiratoria? Hombre, es cierto que los pulmones no son ni músculo ni hueso, pero el diafragma y el corazón, algo tendrán que decir, ¿no?, por no hablar de la caja torácica. Entiendo que los que proponen una especialidad en fisioterapia músculo esquelética, proponen otra en fisioterapia ligamentosa, otra en visceral y otra en nerviosa (ojo, hablando de nervios como estructuras, no como sistema). No, por aquí no lo veo.
Luego están los segundos, (y aquí sigo haciendo amigos) que proponen una especialidad en Terapia Manual. Pero vamos a ver. ¿Vosotros conocéis algún médico especialista en Prescripción de Fármacos? Pues sería igual de absurdo. La Terapia Manual, con todo lo que me gusta, no deja de ser un conjunto de técnicas, conceptos e ideas que son herramientas para la solución de problemas de salud. Si proponemos especialidad en Terapia Manual, las otras especialidades serán Electroterapia, Ejercicio Terapéutico, Educación para la Salud, y al ritmo que vamos, Prescripción de fármacos. No, este sistema tampoco lo veo.
Por último estarían aquellos que hablan de una especialidad en Fisioterapia General. Esto se llama oxímoron y es absurdo desde su propio planteamiento, paso al siguiente punto.
Y entonces, ¿por qué no dejamos de ir de "especialistos" y aprovechamos el sistema de especialidades que la profesión médica ha desarrollado a lo largo de un montón de años? Sí, Fisioterapia Respiratoria, Cardíaca, Reumatología, Geriatría, Pediatría, Familiar y Comunitaria... quizás no nos hagan falta las 47 actuales (no me imagino al fisioterapeuta especialista en alergología, por ejemplo) pero a lo mejor algunas nos resultarían muy útiles para el futuro (veo y compro Fisioterapeuta especialista en el trabajo). ¿Ventajas de este sistema? Muchas, lo primero la facilidad para el paciente de saber a que tipo de profesional debe dirigirse. La facilidad para trabajar en un equipo multidisciplinar con unos conocimientos básicos comunes. La facilidad para aprovechar el trabajo ya hecho y las divisiones reales que existen en el mundo real. Recordemos que los hospitales trabajan ya con esa división, ¿no será más fácil y factible adaptarse al mundo real que intentar ponerlo patas arriba? 
¿Inconvenientes de este sistema? Las personas. Algunos "especialistos" quieren abarcarlo todo. Otros quieren mantener el monopolio de la formación tal como está ahora y este sistema no se presta a ello.

3. ¿Cómo?
Y aquí vuelvo al principio. Decía que cada acción surge para dar solución a un problema. Pero a su vez, por la tercera ley de Newton, cada acción provoca a su vez una reacción, es decir, cada acción es fuente de problemas. Y antes de empezar el viaje de las especialidades estaría bien tener claras las soluciones a los problemas que se pueden presentar con su creación. Por ejemplo ¿será necesario que todos los que ocupan un puesto en Atención Primaria tengan la especialidad de Fisioterapia de Familia y Comunitaria? ¿y con la gente que ya tiene la plaza en propiedad qué hacemos? Y lo que vale para Primaria, me vale también para especializada. O también, ¿un fisioterapeuta no especialista, podrá tratar pacientes? En Psicología, por ejemplo, no se puede hacer clínica si no tienes la especialidad hecha, bien via Master, bien vía Residencia. Y no hay plazas para todos. ¿Cuántas plazas se crearán? ¿Habrá examen FIR? ¿Y las especialidades, serán cobrando como en Medicina, o pagando como solemos hacer en Fisioterapia? ¿Tantos años despotricando de las universidades privadas y al final toda la profesión se va a convertir en una gran maquina privada?
En este apartado tengo infinitas preguntas, pero este post ya está siendo demasiado largo. Lo que quiero decir es que estoy a favor de crear las especialidades, pero no me vale un diseño de especialidades que a los futuros problemas conteste con un "ya veremos luego". No tenemos nadie que nos meta prisa (legalmente) para dar este paso, como sucedió con el Grado. No hagamos las cosas mal desde el principio. Si queremos ser especialistas, empecemos por no ser "especialistos".

Muchas gracias y buena lectura.


viernes, 31 de julio de 2015

De estudiantes y aprendices

Hoy es el último día de curso. A punto de coger las vacaciones es un buen momento para reflexionar sobre una de mis pasiones, la educación y el aprendizaje. Presiento que alguna de mis reflexiones no gustará, pero me da igual.

Llevo dos años trabajando como profesor en una Universidad y de vez en cuando (principalmente en los períodos de exámenes, sobre todo en convocatorias extraordinarias) escucho en boca de otros compañeros una frase-mantra-queja "es que no estudian para aprender, estudian para aprobar". No voy a negarlo. Esa frase también ha salido de mi boca. Y diría más. Esa frase también llegó a mis oídos en mis primeros tiempos de estudiante universitario (ahora en esta segunda etapa, como no escucho/veo a los docentes no he tenido todavía la posibilidad de escucharla, pero seguro que lo piensan).

¿Hay algo de malo en estudiar para aprobar y no para aprender? No voy a entrar a hacer juicios de valor sobre eso, seguramente cada cual tenga su propia idea al respecto. Pero si querría intentar responder a otra pregunta. ¿Por qué el estudiante estudia para aprobar? Según mi opinión lo hace porque es exactamente lo que se le pide que haga, no de una manera directa (no conozco ningún profesor que entre en clase el primer día diciendo "yo lo único que quiero es que aprobéis mi asignatura, me importa un bledo si aprendéis o no",  aunque a lo mejor haberlos hailos, como las meigas). No, no se les pide directamente, pero el sistema tiende a premiar la capacidad de reproducir conocimientos mucho más que la capacidad de aprendizaje. Y el estudiante se organiza (consciente o inconscientemente) en torno a ese objetivo.

¿Por qué tengo esa opinión? Por poner algunos ejemplos: el mejor expediente académico de mi promoción de fisioterapia  empezó periodismo un año después (donde curiosamente volvió a tener mención como mejor expediente académico, luego le perdí la pista, quizás siga coleccionando menciones). Como he dicho antes, el sistema recompensa la capacidad de aprobar y no la capacidad profesional que sería deseable que uno adquiriese durante la formación. Más ejemplos. Después de la universidad, el sistema MIR, o el sistema laboral de oposiciones del estado a cargo público (enfermería, fiscalía, notarios, por citar algunos, o incluso registradores de la propiedad que acaban llegando más lejos) están organizados de tal manera que son los mejores estudiantes y no los mejores profesionales los que destacan. Se valoran los conocimientos y no las capacidades. Y antes de la universidad, durante muchos años la elección de carrera se realizaba exclusivamente en base a la nota obtenida, sobre todo en una prueba de tres días, que no dejaba de ser una oposición (Selectividad, esa palabra que provocaba sudores fríos entre mis compañeros) ¿Y seguimos preguntándonos porqué los estudiantes se preocupan por aprobar y no por aprender? Quizás nos hace falta un poco de autocrítica, ¿no? Llámalo X, o condicionamiento operante, pero si la conducta que se refuerza es la de aprobar, ¿qué esperamos que hagan?

Incluso la raíz etimológica nos tendría que decir algo. Existe una diferencia abismal entre un estudiante y un aprendiz. El estudiante, por definición estudia. El aprendiz aprende. En los oficios, el aprendiz que no aprendía no progresaba, de la misma manera que el estudiante que no estudia no consigue pasar los cursos a la vez que otros compañeros. El aprendiz que estudiaba era por su propia motivación intrínseca. Del mismo modo el estudiante que aprende lo hace por motivación interna no por que el entorno le favorezca esa disposición.

Lo que me lleva a otra reflexión. Dicen los expertos que es necesario saber motivar a los estudiantes (para convertirlos en activos), pero ¿cómo se motiva? ¿cuáles son los conocimientos pedagógicos de los docentes universitarios? Del mismo modo que estudiar no es aprender, saber no es enseñar.

Muchas gracias y buena lectura. Y buen verano!!!


sábado, 18 de julio de 2015

Entrada homeopática

Tomar agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua homeopatía agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua y agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua esperar agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua que agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua suceda agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua algo agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua es agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua como agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua escribir agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua esta agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua entrada agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua y agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua esperar agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua que agua agua agua agua agua agua agua me agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua den agua agua agua el agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua Pulitzer agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua  agua agua agua agua agua agua agua agua agua agua  agua agua agua agua agua agua

viernes, 10 de julio de 2015

Las cinco E de la comunicación

Hace unas semanas tuve el placer de participar en el acto de despedida de los estudiantes de Fisioterapia de la Universidad Europea. ¿De qué les hablé? Pues dije, voy a ser original y voy a hablar de algo que no he hablado nunca. Y les hablé de comunicación y lenguaje. Y les hablé de la "E". O mejor, de las cinco "E" de la comunicación con el paciente.

Estar
Recuerdo perfectamente el día que mi hija Elisa nació. Recuerdo que en un determinado momento en nuestra habitación entró un Anestesista Residente, y que según vio el aparato que controlaba la dosis de epidural se enfadó mucho al verlo apagado. Lo encendió y se dirigió hacia el retén donde estaban las matronas a preguntar qué había pasado. A nosotros ni nos habló.
Claro, lo que el no sabía es que Elisa ya había nacido. Y que la epidural ya no era necesaria. No hubiese necesitado preguntarnos nada. Hubiese bastado que al entrar en la sala mirase la cama donde Elisa, pequeña, es verdad, pero visible, se peleaba por encontrar el calor del cuerpo y del pecho de su madre.
La anécdota es completamente cierta (y de hecho es la única negativa de todo lo que nos pasó ese maravilloso día). A veces me preguntan cuál es la parte más importante de comunicar. No tengo muy claro que es lo que hay que hacer para hacerlo bien. Pero se muy bien que es lo que hay que hacer para hacerlo mal. No "estar" es la mejor manera de que la comunicación fracase. O "estar en otro sitio", pensando en nuestras cosas, en las ideas pasadas, en lo que haremos más adelante, incluso aunque sea pensando en lo que haremos más adelante con el paciente. Mindfulness lo llaman ahora. Estate a lo que tienes que estar, lo ha llamado siempre mi madre. Más razón que una santa.
El primer secreto de la comunicación es "Estar" con el paciente.

Escuchar
Parece una perogrullada. Pero no es tan fácil. Es necesario "Escuchar". Con mayúsculas. Poner nuestros oídos (que son dos) a disposición del paciente. A veces lo que marca la diferencia entre la percepción de lo que un paciente considera un buen sanitario de un mal sanitario está definida por la siguiente frase: "¿Qué tal tú nuevo médico? Es bueno, me ha escuchado con mucha atención." Y ya sabemos como influye esa expectativa en el resultado del tratamiento.
Es cierto que nos encanta preguntar. Que preguntar nos permite conseguir información. Pero solamente nos va a informar si escuchamos las respuestas. Ya hablé por aquí una vez. 60 segundos. Ese es el tiempo medio que un paciente habla antes de que se le interrumpa.
Igual el problema no es el tiempo. Igual el problema es que no escuchamos.

Entender
De la mano de lo anterior. Porque escuchar es importante. Y se puede hacer en mil idiomas diferentes.  Pero "Entender" es otra cosa. Entender es poder estar seguros de que lo que una persona me ha contado es lo mismo que yo he comprendido. Y para ello, a veces, puede ser más necesario hacer preguntas que cuando queremos escuchar. Preguntar, repreguntar, parafrasear. "¿Qué tal con tu nuevo médico? Es muy bueno, ha entendido lo que me pasa". Esa frase es todavía mejor que la anterior.
No podemos olvidar nunca una cosa. Nuestro paciente sabe mejor que nosotros lo que le pasa (otra cosa es qué sepa ponerle un nombre o hacer un diagnóstico), pero son sus síntomas, su cuerpo, su vida. Podemos Saber mucho de patología. Pero a las personas hay que entenderlas.
Lo mejor que le puede pasar es que su sanitario ENTIENDA lo que le sucede.

Explicar
"Explain the pain" Pues sí. Estamos de acuerdo, es la leche como libro y como consejo. Pero a ver si por mucho Explain se nos olvida cual es el objetivo de esa explicación. Explicar no es demostrar cuanto sabemos nosotros de lo que está pasando, sino que cantidad de ese saber hacemos llegar al paciente. En su idioma. Con sus conocimientos. Que sirva para sus objetivos. Del mismo modo que todos los que alguna vez hemos estudiado (o sea, todos) sabemos que nos enteramos mejor con los profesores que explican bien que con los que saben mucho. Pues al paciente le pasa lo mismo. Se entera mejor. Se cura mejor. Y no hay que confundir explicar mucho con explicar bien. No es lo mismo. "¿Qué tal tu nuevo médico? Excelente. Ha entendido lo que me pasa y me lo ha sabido explicar. Ahora estoy mucho mejor".  Esa es la respuesta que a cualquier sanitario le gustaría escuchar cuando su paciente sale de la consulta.
EXPLICAR algo bien es la medida util de nuestros conocimientos.

Empatizar
Como si fuese la sal en la comida. Da igual que seamos capaces de comprar los mejores ingredientes. Da igual que nuestra cocina sea de diseño, fusión, tradicional o de estrellas Michelín. Da igual la cantidad y calidad de los títulos que puedan colgar en nuestras paredes, las preguntas que sepamos hacer, el color de las paredes de la clínica, los tiempos que podamos dedicar, las máquinas que podamos comprar. Sin empatía nuestro plato quedará soso. Alimentará, pero no será recordable.
Sin EMPATÍA la salud quedaría en manos de las máquinas.

Muchas gracias y buena lectura.

jueves, 2 de julio de 2015

Banderas rojas.

Cuando Carolina entró por la puerta de la consulta se le veía tal cara de dolor y de preocupación que quise ayudarla desde el primer momento. La conocía desde hace mucho tiempo -se podría decir que toda una vida- y nunca la había visto así. Esa mañana de febrero me había mandado un mensaje diciéndome que le dolía la espalda, y le dije que viniese.

Le pregunté por su dolor, por su origen, por su evolución. Y desde el primer momento lo tuve claro. Allí estaban todas las putas banderas juntas, señalando en una sola dirección. Dolor que no mejoraba con el reposo, patrón de dolor anómalo... Y sobre todo, antecedente previo de tumor. Reciente, muy reciente. Demasiado reciente como para ignorarlo. Demasiado reciente como para que fuese justo que le tocase otra vez a ella. Quizás debería haberle dicho en ese momento que hablase con un médico. Pero es que Carolina era médico. Tan competente que fue la primera que se dio cuenta de que aquella secreción nasal que tuvo un tiempo atrás no podía ser una simple mucosidad. Y no lo era, tumor de los senos paranasales se llamó en esa ocasión. Y luchó contra él con toda su energía. Probablemente, antes de escribirme esa mañana en su cabeza hizo también un diagnóstico. Y seguramente fue tan certero como el mío.

Miedo. Suyo. Mío. Hice el tratamiento más conservador que supe. Quitarle el dolor. Y nada más. O al menos intentarlo. Esperando que la realidad no fuese la que era realmente. Lo intentamos durante unas sesiones, como si estuviésemos en una realidad paralela, como cuando éramos niños. Luego la realidad llegó en forma de resonancia magnética. Metástasis ósea. Fractura lumbar. Probable metástasis en el hígado. "Estate tranquilo. Yo lo estoy... Vamos a por todas" me escribió en un mensaje. Joder, que capacidad de lucha.

Se que Carolina luchó con toda su energía. Se que siempre tuvo mucha. La ultima vez que la vi, hace un mes, luchaba también. Ya no me oía. Me hubiese gustado decirle muchas cosas. Pero nunca he sido muy bueno expresando los sentimientos. Me hubiese gustado decirle que algunos de mis mejores recuerdos de infancia se iban con ella y se quedaban en un patio de Polán. Me hubiese gustado decirle que me hubiese gustado conocerla más cuando fuimos mayores, pero que la distancia no nos ayudó a ninguno. Me hubiese gustado decirle que me sentí impotente desde que entró por la puerta de mi consulta, y que lo sentía por no haber sabido ayudarla. Me hubiese gustado que simplemente no se hubiese ido tan pronto, que el lobo no la hubiese mordido con la misma mala leche con la que mordió a mi padre. Me hubiese gustado que su energía y su sonrisa hubiesen vencido. 

Quizás como fisioterapeuta no hice lo más correcto. No lo sé. Me quedaré siempre con la duda. Pero es que cuando estaba con Carolina yo no tenía delante a un paciente. Tenía delante a mi prima.

Te echaré de menos.

lunes, 11 de mayo de 2015

#motivANDO no es #animANDO

En qué andará metida @villa_inma?
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pues en lo que andaba metida era en una charla sobre adherencia terapeutica para el Grupo Provincial de Sevilla (y desde aquí lo digo, Olé por las actividades que organizan los grupos provinciales de @colfisio... vamos a ver si el resto de Colegios van copiando lo que funciona). Y yo que soy muy olisquero me puse a preguntarle. Y preguntando y contestando acabo naciendo un hashtag y un reto, #motivANDO que llegó mucho más lejos de lo que ninguno de los dos habríamos pensado. El reto era fácil, una frase, o una foto, motivadora y pasar a tres personas. Sin mojarse. Sin dar dinero. Simplemente había que seguir #motivANDO. La gente no sabía lo que había detrás del reto. 

¿Y qué tiene que ver la motivación con la adherencia? Todo. No hay adherencia sin ella. Y sin adherencia los proyectos fracasan, da igual que el proyecto sea un tratamiento o sacar adelante una empresa.
Pero si uno se pone a repasar las frases del hashtag se da cuenta de que a menudo confundimos Animar con Motivar. Y Motivar no es Animar. Animar es dar ánimos, ayudar a alguien a conseguir lo que pretendía, sujetarle cuando las fuerzas parece que flaquean. Y los ánimos, por eso mismo, pueden venir desde cualquier sitio, desde dentro, o desde fuera. Desde la grada de un campo de fútbol, desde la cuneta de Mont Ventoux o desde un libro de autoayuda.

Motivar es otra cosa. Motivar es dar motivos. Motivos para conseguir un objetivo. Un objetivo concreto, no "la salud", que es como decir "la paz mundial" o "voy a ser bueno el año que viene". Y ahí llega lo difícil de nuestro trabajo como sanitarios. Que la motivación no viene desde las gradas o de las cunetas. Viene (o no viene) con el paciente. Y viene (o no viene) con el profesional sanitario. Porque vamos a decir las cosas como están. De la misma manera que hay pacientes no motivados, hay sanitarios no motivados, hay sanitarios que "pasaban por allí". Y si queremos tener pacientes motivados, creo que lo mínimo que se merecen son sanitarios motivados.

Motivar, como decía, es una cosa muy diferente de animar. Animar tiene que ver con el alma, sea eso lo que quiera que sea. Animar es muy poético. Motivar es mucho más prosaico, tiene solamente que ver con moverse. Con dirigirse hacia un objetivo. Una de las frases que daban vueltas en el reto era precisamente una de Nietzsche que viene al pelo:



La motivación (que es movimiento) viene de la mano de los objetivos (que son destinos). Si yo se a dónde quiero ir (el por qué), el cómo podrá ser dificil, podrá costarme, podré necesitar ayuda para conseguirlo... pero estará ahí. Quizás tenemos que darnos cuenta de que los pacientes necesitan menos ánimos (o que solo los necesitan a veces) y más motivos.

Pero si decimos que los motivos vienen de dentro.... ¿entonces qué puedo hacer yo como sanitario? Está claro que no puedo darle a una persona que no soy yo ni objetivos ni motivos. Y entonces ¿qué hago? ¿Me siento cruzando los brazos y espero? Pues no, una de las cosas que nos quedan cada vez más claras en la sanidad es que la relación terapeuta-paciente es una relación de equipo, y que de la calidad de esa relación va a depender un buen porcentaje del éxito del tratamiento (los porcentajes los dejo para los que leen muchos estudios). Dentro de un equipo hay varios tipos de objetivos, pero en este caso los dividiré en dos tipos, los individuales, y los de equipo. Está claro que mis objetivos cuando llego a trabajar por la mañana son los míos, y no los de mi paciente. Y viceversa. Pero si queremos que lo nuestro sea "algo más", si queremos que nuestra historia tenga un  "final feliz" (sin malinterpretar, que os conozco) es necesario que sepamos encontrar objetivos comunes, que trabajemos para ir al mismo sitio. Una vez encontrado el destino, la motivación para el viaje será mucho más fácil de encontrar.

Herzberg, uno de los teóricos de la motivación (sobre todo centrada en ambiente laboral), definía que existían dos tipos de factores que motivaban a los individuos, aquellos que él definía como Higiénicos o Extrínsecos, y los factores de Motivación o Intrínsecos. Los factores extrínsecos tienen que ver con premios externos (sueldos, recompensas, palabras de apoyo...) mientras los intrínsecos tienen que ver con la necesidad de crecimiento (emocional, intelectual o de resultados) del sujeto. Una persona guiada principalmente por factores extrínsecos necesitará cada vez más de ellos para obtener los mismos resultados. Una persona guiada por sus propios factores intrínsecos, por sus ganas de ser mejor, de estar mejor, conseguirá unos resultados cada vez mejores. Trabajar ayudando al paciente a definir cuales son sus motivos intrínsecos puede ser una manera de ayudarlo mucho más efectiva que dando ánimos.
Y sin olvidar que trabajamos en equipo, podemos seguir mirando solo hacia el paciente, hacia sus motivos, y reforzarlos. Pero quizás tenemos que dar de vez en cuando una mirada a ese espejo que hay en muchas salas de fisioterapia para saber cuales son nuestros motivos, cuales nuestros objetivos, cual es la necesidad de crecimiento que tenemos. Y cuando los tengamos más claros quizás descubramos que nuestros pacientes también están más motivados.

Muchas gracias y buena lectura. 



martes, 14 de abril de 2015

Las tres P. Un modelo de autoevaluación

Hace ya unos meses estuve hablando de lo importante que sería aprender a autoevaluarnos, en cualquier ámbito, en cualquier profesión, una vez acabado nuestro recorrido formativo oficial. La herramienta de la que hoy quiero hablar puede servir para completar la de la entrada anterior, o puede utilizarse de manera autónoma. Está basado en el modelo de las 3 P, que en este caso serán Producto, Proceso, Personas. Voy a intentar explicarlo de la manera más clara posible.

Cuando una persona realiza su trabajo, a la hora de valorar el resultado no existe una sola manera de realizarlo. Además, muchas veces el resultado obtenido es la suma de una serie de circunstancias que pueden estar relacionadas pero que no dependen exclusivamente una de la otra. El riesgo de valorar nuestra actuación centrándonos solamente en una de ellas corre el riesgo de darnos un resultado falso, no necesariamente negativo o positivo, pero alejado de un cierto modo de la realidad.

Para explicar la herramienta empecemos por definir un triángulo, y situar en cada uno de los vértices cada una de las P's

- Producto: es quizás la dimensión más fácil de entender, se trata del resultado "bruto" de nuestra actuación, medible de una manera cuantitativa y/o cualitativa. Pueden ser la cantidad de ovejas esquiladas si soy esquilador, las notas de mis alumnos si soy profesor, el tiempo que un paciente tarda en recuperarse si trabajo en la salud, o mi nota si me presento a un examen.
- Proceso: se trata del "cómo" se ha llegado al producto, es decir, los pasos dados para realizarlo. A menudo en nuestras actuaciones existen una serie de procesos previos que es necesario completar para alcanzar el resultado. Utilizando una metáfora, si el producto es llegar en coche a un determinado sitio a una determinada hora (ambos conceptos medibles) porque hemos quedado con una persona, el proceso sería analizar si para realizarlo hemos respetado las reglas de circulación, si el camino que hemos escogido ha sido el más eficiente, si nuestra conducción ha supuesto en algún momento un problema para las estructuras inertes que están implicadas (por ejemplo el motor o las ruedas).
- Personas: se trata de todas aquellas estructuras vivas implicadas en el proceso, empezando por nosotros mismos como protagonistas, y siguiendo por aquellos que nos rodean, ya sean compañeros de trabajo, dependientes, alumnos, pacientes... sujetos activos o pasivos de nuestra intervención.

Una vez definidos los tres vértices del triángulo, deberíamos proceder a valorar nuestra actuación en cada una de las dimensiones.
- Producto: facilmente medible, puntuaremos en ella muy alto si el resultado es bueno (conforme a nuestro objetivo previo) y bajo si el resultado es malo. Muchas veces, sobre todo en aquellas realidades en las que trabajamos en condiciones multifactoriales (por mi experiencia personal, la salud y la educación son dos ejemplos claros, pero creo que es extrapolable a cualquier otra realidad) corremos el riesgo de relacionar un mal resultado con una mala actuación nuestra, o lo que es más peligroso, un buen resultado con una buena actuación, descartando entonces factores que seguramente hayan influido (siguiendo con la metáfora del viaje en coche, podemos llegar tarde porque delante de nosotros ha habido un accidente o llegar antes que la otra persona porque esa persona se haya retrasado) en ambos casos el resultado no nos está informando al completo de nuestra actuación.
- Proceso: facilmente medible si antes hemos realizado una revisión previa de cual tiene que ser el proceso para alcanzar el resultado (cuanto se tarda en llegar, cuanto tardo en ir a coger el coche, cual es el mejor camino posible en un día como hoy, saber si es posible que encuentre tráfico y que hacer en caso de que lo encuentre...) El proceso a menudo se puede confundir con el protocolo si existe este. Pero aunque no exista resulta muy fácil medir nuestra actuación respondiendo a las siguientes preguntas ¿cuánto nos hemos ceñido al plan previamente diseñado? ¿El plan que habíamos diseñado era correcto para conseguir los objetivos deseados? Si nos damos cuenta, muchas veces en nuestra vida, aplicando estas dimensiones veríamos que altas puntuaciones en procesos no siempre correlacionan con altas puntuaciones en productos. Y que bajas puntuaciones en productos, a veces presentan óptimas valoraciones en procesos.
- Personas: quizás sea la dimensión más difícil de medir. En ella puntuaciones altas corresponderían a haber cuidado (en el sentido inglés del verbo to care) a las personas implicadas en el proceso, no haberlas puesto en riesgo, haber mantenido siempre la atención a su bienestar, a sus opiniones. Puntuaciones bajas corresponderían a todo lo contrario (haber viajado sin cinturón de seguridad, sin parar en los pasos de peatones, llegando tarde sin avisar a la otra persona...)

Una vez realizada la valoración en las diferentes dimensiones, lo único que nos queda es distribuir los resultados sobre nuestro triángulo original y ver como queda "nuestro triángulo", con un simple vistazo entenderemos como ha sido nuestra actuación y cual es la parte que necesita mayor atención para seguir mejorando. La posibilidades aquí son infinitas, pero veamos algunas.

Situación 1: Un profesor que mantiene un buen ambiente en clase, que disfruta con su trabajo y que hace disfrutar a sus alumnos (puntuación alta en personas). Que respeta las decisiones del claustro docente la mayoría de las veces y cumple los planes previstos en la materia (buena puntuación en procesos). Pero que no consigue buenos resultados con sus estudiantes (puntuación baja en productos).


Situación 2: Imaginemos un fisioterapeuta, que trabajando con un paciente consigue un óptimo resultado en producto (el paciente mejora mucho y muy pronto), pero sin haberse planteado en ningún momento los posibles riesgos que ese tratamiento podía tener ( puntuación alta en producto, baja nota en proceso). Puede darse el caso de que en este caso la percepción de bienestar propio y del paciente sea alto (puntuación alta en persona, pero ligeramente falsa, ya que el paciente ha corrido riesgos)


Situación 3: Un alumno que estudia para un examen de manera óptima, cumpliendo sus previsiones iniciales en cuanto a organización, horas y formas de estudio (puntuación alta en proceso), que consigue una discreta nota en el examen (puntuación medio-alta en producto) pero que para hacerlo ha descuidado su salud (por ejemplo problemas de sueño, alimentación, estrés... baja nota en personas).

Es necesario saber en qué momentos es necesario prestar atención a cada uno de estos factores para entender el resultado de nuestra autoevaluación y por ello no existe un "gold standard" (más allá del triángulo equilatero del principio) que defina cuál es la mejor actuación posible. Pero probablemente, si queremos mejorar la próxima vez, lo importante sea determinar dónde tenemos más margen de mejora.

Muchas gracias y buena lectura.

lunes, 6 de abril de 2015

Del dicho al hecho. Reflexiones sobre la #4JIF (capítulo 2)

Viene del capítulo, perdón, de la entrada precedente...

.... pues con motivo de estas Jornadas me puse a reflexionar. ¿Es realmente importante la comunicación en la fisioterapia? Si tenemos en cuenta el primer axioma de la comunicación de Paul Watzlawick, resulta imposible no comunicar, ya que la comunicación es una conducta y no existe la posibilidad de no comportarse. Según este axioma la comunicación es importante "per se". Lo que también nos dice el bueno de Paul es que la comunicación puede ser exitosa o no serlo. Y ahí está la diferencia. Mucha.

Y esto, ¿qué tiene que ver con la fisioterapia? Pues que la fisioterapia exige de una relación con el paciente (bueno, a algunos teóricos de la fisioterapia que no defienden el modelo BPS eso tampoco les importa mucho, por eso cuando dan cursos todo es tan perfecto y tan idílico, es como los entrenadores de fútbol que planifican el partido como si no hubiese otro equipo... y el otro equipo siempre está... y el paciente también) y lo que es más importante. La relación de comunicación entre un fisioterapeuta y su paciente no es del tipo simétrico, sino del tipo complementario (otra de las clasificaciones del Sr. Watzlawick), en la que receptor y emisor no se sitúan en el mismo plano de conocimiento sino en dos planos separados, para desde allí ser capaces de alcanzar objetivos comunes (porque, y esto nos tendría que hacer reflexionar, la etimología de común y de comunicación es la misma).

Pero al grano, que me pierdo. ¿Cuándo es necesario en fisioterapia controlar los procesos comunicativos? Pues en la siguiente lista que veís aquí hago un resumen:


Es decir, en toda nuestra actividad profesional, la comunicación puede ser el vehículo que nos lleve al éxito o al fracaso (por poner un ejemplo, para saber más de los efectos de la empatía, que es parte de las habilidades comunicaciones, en el trato con el paciente podéis consultar esta revisión de Di Biasi en The Lancet).

Y entonces, ¿cuál es la realidad sobre el aprendizaje de técnicas de comunicación en Fisioterapia? Pues consultando los datos que cada una de las facultades de la Comunidad de Madrid (y son 10) pone a disposición en la web, los resultados son estos:


O sea, que menos del 1% de nuestra formación (en la Comunidad de Madrid, a lo mejor en otros sitios está mejor) se corresponde con algo que influirá en el éxito o el fracaso del 100% de nuestras intervenciones. Alguno me dirá que el Grado es corto (ejem ejem) y no se puede hacer de otra manera. Curiosamente hay una Universidad en Madrid, la Carlos III, que ha decidido que todos sus Grados, independientemente del ámbito de formación, cursen obligatoriamente una asignatura sobre técnicas de comunicación oral y escritas, con un peso mayor de esos 2,37 créditos. Eso traducido quiere decir que profesionales como ingenieros, abogados o contables, tendrán mejor formación en comunicación que el fisioterapeuta medio de Madrid (por cierto, lamentablemente la Carlos III no ofrece fisioterapia...).

La pregunta que sigue a esta reflexión es la siguiente: ¿Lo estamos haciendo bien? Yo no tengo respuesta para ella. Pero os invito a reflexionar.

... continuará... (soy lento pero seguro)

Muchas gracias y buena lectura.

viernes, 27 de marzo de 2015

Jugando (con fuego) en consulta

"No vas a poder curarme", "No se para qué he venido", "Lo mío es muy grave"...
"Nadie me había escuchado como lo has hecho tú", "Eres el mejor, no se que habría hecho sin ti"...

Hace ya unos cuantos años que Eric Berne publicó su libro "Juegos en que participamos" sobre Analisis Transacional (AT) y Juegos Psicológicos. Muchos de los aspectos que en el aborda se han quedado algo desfasados, o mejor, han sido recuperados y modificados por otros profesionales posteriores. No voy a hablar del AT, pero sí me gustaría comentar algunas cosas sobre los Juegos Psicológicos, bienvenidos y poneos cómodos, que hoy seré más largo de lo habitual.

Esta entrada surgió a raíz de una conversación con Jesus Rubio (podéis leer esta entrada en su blog, con la colaboración de Francisco Monteagudo,  que habla del mismo tema), cuando hablando de un caso particular le comenté que probablemente el paciente estuviese jugando con él. Como no quedó muy claro qué era lo que yo quería decir con jugar con él, me comprometí a escribir algo al respecto... tarde pero aquí está...

Berne define los juegos psicológicos (JP) como una serie de estrategias de "incomunicación", realizadas de manera inconscientes por los sujetos con el objetivo de obtener una ganancia (normalmente oculta, y la mayor parte de las veces inconsciente, más adelante especificaré mejor el concepto de ganancia). Los JP siguen el mismo esquema de muchos juegos lúdicos ordinarios: existe un reto, una invitación al juego, la posibilidad de una ganancia, unos roles y unas reglas.

Probablemente algunas de las frases con las que inicio está entrada las habréis oído en consulta. En algunas ocasiones (no siempre) son la invitación que el paciente nos hace para que juguemos a uno de sus juegos. Estos juegos, según Berne y otros autores como Karpman, se organizan alrededor de tres figuras, víctima, agresor y salvador. No es necesario que existan los tres, o que coexistan en el mismo espacio y tiempo, incluso a veces, los roles van cambiando según la evolución del JP.

Por la propia idiosincrasia de la fisioterapia (y por la personalidad de los fisioterapeutas) muy a menudo nos encontramos pacientes que nos plantean sus JP desde la posición de víctima. El problema radica en que el fisioterapeuta, muchas veces de manera incosciente, tiene una predisposición especial para asignarse el papel de salvador y de esa manera acepta el juego. Por lo que he podido constatar, difícilmente otras profesiones, como los dentistas, los logopedas o los podólogos, tienen muchas experiencias de este tipo en consulta.

Recuerdo hace ya unos cuantos años, en la primera formación que recibí sobre esta parte "soft" de las profesiones sanitarias, cuando el doctor Massimo Sacripante (médico, militar, psicoterapeuta y experto de recursos humanos, un hombre del Renacimiento del siglo XXI) nos comentó cual era su actuación cuando uno de sus nuevos pacientes, en el primer día de consulta le comentaba alguna de esas frases. Ante un "lo mío no tiene solución" o un "usted no me va a poder curar" Sacripante se levantaba lentamente de su silla y se encaminaba hacia la puerta para abrirla animando al paciente a salir por donde había llegado, ya que si pensaba que realmente no tenía solución no era lógico que ninguno de los dos estuviese perdiendo el tiempo o el dinero en ese caso. La única manera real de ganar en un JP es no jugarlo.

Pero el reto, la posibilidad de ganancia es precisamente lo que nos hace caer y jugar. Hablaba antes de las ganancias, estas pueden ser de muchos tipos, el hecho de recibir atención y cuidados (por parte del paciente), o el hecho de ser reconocido y admirado (por parte del profesional), el hecho de mantener oculta una faceta que no queremos que se descubra (por parte de ambos)... El caso es que una vez que el paciente nos lanza el juego (víctima) y nosotros aceptamos (salvador) pasan varias cosas. La primera es que el juego es del paciente, son sus reglas y las conoce mejor que nosotros, y probablemente haya jugado a ese juego muchas más veces que nosotros. Por eso, a partir de ese momento, al haber perdido el control del juego nos convertimos en víctimas y nuestro paciente en nuestro salvador (lo que perpetúa el juego y la dinámica), sus respuestas positivas a nuestros esfuerzos nos "premian" y sus respuestas negativas nos "castigan". En determinados momentos es posible que incluso uno de los dos ocupe el rol de agresor ("usted me dijo que me iba a curar", "no has hecho por tu parte nada para curarte").

Hemos explicado ya el concepto de juego, y el de ganancia, quizás el último aspecto importante es remarcar la idea de "incomunicación". Si bien Watzlawick defiende que la no comunicación es imposible, la idea sobre la que trabaja Berne cuando habla de "incomunicación" es una comunicación no productiva, en la que cada uno de los actores está hablando desde un nivel diferente (niño, padre, adulto, pero esto ya es harina del AT y no es el objetivo de esta entrada) cuando el único tipo de comunicación  productiva que en este contexto tendría sentido es una comunicación adulto-adulto. Seguro que muchos habréis visto a algún compañero "regañar" a un paciente, estableciendo en ese momento una comunicación padre-niño improductiva y poco útil para empoderar al paciente.

¿Quiero decir con esto que todos los pacientes que entran en consulta con alguna de esas frases nos están planteando un JP? No, es necesario tener en cuenta el contexto y otros factores, pero haríamos bien a tener los ojos particularmente abiertos en estos casos y a no dejarnos cegar por nuestro afan "salvador" (que en algunos casos puede tener una motivación oculta en la que quizás convendría profundizar). Como dice el refranero español, dos no se pelean si uno no quiere. Pues bien, dos no juegan a un JP si uno no quiere. Y nuestra responsabilidad, como profesionales de la salud tiene que ser la de no querer. Por nuestro bien. Por el de nuestro paciente.

Muchas gracias y buena lectura.

Berne, Eric "Los Juegos en que participamos". Ed Diana. México 1986

Edwards, Gill "El triangulo dramático de Karpman". Ed Gaia 2011

Watzlawick, Paul "Teoría de la comunicación humana". Ed Herder 1993



jueves, 26 de marzo de 2015

Una historia de técnicos y tornillos

El señor Brown estaba muy contento. Su empresa había adquirido un datacenter nuevo para gestionar todos sus negocios. La cifra que había pagado quedaba en completo secreto, aunque todos en la empresa sabían que era una cifra elevada, estaban convencidos de que el nuevo datacenter les permitiría ser mucho más eficientes y conseguir sus objetivos.

Durante unos días el datacenter funcionó perfectamente, los servidores servían para lo que tenían que servir y la empresa consiguió unos resultados que nunca había conseguido antes. El señor Brown paseaba como un terrateniente orgulloso a lo largo de la planta del edificio donde habían construido el datacenter. Ahora sabía que aquel gasto estaba bien justificado.

Al tercer día (las cosas en las historias siempre pasan al tercer día, debe ser una norma no escrita de los relatos) el datacenter dejó de datacentear como debía. Y el señor Pink, responsable del mismo, llamó a los técnicos antes de que el señor Brown llegase. Sabía bien que su puesto en la empresa dependía de que el datacenter funcionase como era debido. Enseguida llegaron los técnicos, con sus maletines y con sus portátiles, con sus tablets, con sus apps y con sus programas. En un tris tras le pusieron un parche al programa y el datacenter, y el señor Pink con él, volvió a respirar. El señor Brown podía estar tranquilo. La factura de los técnicos solo habían sido taytantosmil.

Pasaron unos cuantos días y se repitió la historia: servidores que no servían, el señor Pink que se volvía azul y los técnicos corriendo para poner un parche de nuevo. Y todavía pasó varias veces más, hasta que el señor Brown, cansado de datacenter, de técnicos y de parches, la siguiente vez que el invento se estropeó, llamó a su viejo amigo, el señor Red. 

Cuando el señor Red llegó, ya estaban allí los técnicos discutiendo sobre que parche iban a poner esta vez. El señor Red le preguntó al señor Pink que había sucedido en las otras ocasiones, luego sacó de su vieja mochila un amperímetro y un buscapolos y empezó a caminar por toda la planta, poniendo el amperímetro un poco aquí y un poco allí... el señor Pink lo fue siguiendo en silencio, pero sin quitarle tampoco un ojo a los técnicos, que en ese momento estaban ya discutiendo sobre el sexo de los terabytes.


Llegado a un determinado punto, el señor Red sonrió mientras miraba el resultado del amperímetro. Entonces y solo entonces cogió su buscapolos y comprobó que lo que decía el amperímetro era cierto. Volvió a su mochila, cogió un viejo destornillador, arregló un enchufe y el datacenter volvió a datacentear.

Muchas gracias y buena lectura

Pedagogía... ¿para qué?

Nada, que no la encuentro por ningún lado. Y mira que llevo tiempo buscándola, pero oye, será que yo soy muy torpe o será que no existe, pero no la encuentro.

El diccionario la describe como la ciencia que se ocupa de la educación y de la enseñanza. Pedagogía.  Si nos vamos a analizar su etimología viene a ser algo así como la ciencia de conducir niños... pero desde esa etimología ha llovido mucho... Remarco la palabra ciencia porque en fisioterapia se nos llena la boca con la misma. Ciencia. Y desde este blog estoy muy orgulloso de decir y defender que la fisioterapia es una ciencia. Ahora, igual deberíamos prestar la misma atención y la misma consideración al resto de ciencias en vez de pasárnoslas por el forro cuando nos interesa. Voy al grano que ya estoy divagando.

Seguro que todos los fisioterapeutas estarán de acuerdo en que uno de nuestros campos es el de "educación para la salud", ahora, que nos hemos puesto finolis, además nos gusta hablar de la "pedagogía del dolor" (que esto ya es rizar el rizo, en el fondo es bautizar algo de una manera nueva, pero si nos ponemos estrictos, la pedagogía del dolor no dejaría de ser una parte dentro del campo, mucho más amplio, de la educación para la salud... pero como decía, esto ya es sacar punta). Pues por más que la busco a lo largo y ancho de programas universitarios veo entre muy pocas y poquísimas (por poner un eufemismo) materias en las que se hable de herramientas pedagógicas. Es decir, de cómo enseñar a los que tienen que aprender (en eso, tan fácil, tan difícil,  consiste la educación).

Todos hemos sido alumnos en algún momento de nuestra vida. Si somos sinceros y humildes reconoceremos que lo seguimos siendo en todos los momentos de nuestra vida. Y precisamente por eso, porque todos somos alumnos sabemos que no todos sirven para ser profesores. Sabemos que "saber hacer" no es necesariamente "saber explicar". Y entonces, la pregunta se me cae por su propio peso... ¿por qué nos sentimos capaces de "educar para la salud"? ... ¿porqué sabemos de salud? ¿porqué sabemos de fisioterapia? ¿Pero no acabamos de decir que saber de algo no es sinónimo de saber explicarlo? Soy sincero. A veces con la fisioterapia, me pierdo.

No miento si digo que el Grado (hay que aprovechar antes de que se vaya) nos ha traído una formación más amplia (que no necesariamente mejor). Por ejemplo en mis tiempos (hablo como si fuese el abuelo cebolleta) no escuchamos hablar en toda la carrera de metodología de la investigación. Ahora no hay un solo alumno que no la curse a lo largo de los cuatro años. Pero con la ampliación tampoco ha habido espacio para metodologías pedagógicas. Y lo curioso es que pasados unos cuantos años después de acabar la carrera todos haremos (con mayor o menor fortuna) la famosa "educación para la salud" (algunos como docentes, otros directamente con el paciente) y no todos se dedicarán a investigar... en esta ecuación me falla algo... ¿cómo se come eso de hacer algo para lo que no nos han formado y no hacer aquello para lo que nos forman? Repito. Yo, a veces, con la fisioterapia, me pierdo.

Igual todo esto pasa porque pensamos que la pedagogía no es una ciencia, y que da igual que las cosas se enseñen como se enseñen... igual lo pensamos porque nadie nos ha hablado nunca de pedagogía... O pensamos que a enseñar se aprende enseñando. Claro, y a tratar un punto gatillo se aprende tratando puntos gatillo, para que nos van a explicar la teoría, vaya tontería,  ¿no?

Estaría bien que nos dedicásemos a hacer aquello para lo que se nos forma. ¿En qué se nos forma?Valorar el estado de salud de una persona. Tratar con medios físicos una persona. Estaría bien pero debe ser que es "aburrido" porque parece que no nos contentamos con ello... Si supiésemos hacer bien estas dos cosas sería la leche...  y luego si quieres le añades el colacao, o el café, o lo que quieras, pero no al revés. Creo, que a veces, la fisioterapia, se pierde.

Una última reflexión... convendría recordar que la palabra pedagogo y la palabra pedante tienen la misma raíz... no vaya a ser que queriendo ser una cosa acabemos siendo la otra.

Muchas gracias y buena lectura.
(Entrada publicada primero en el Co-labolgatorio de FSR)

jueves, 19 de febrero de 2015

Efecto Concorde

¿Os acordáis del Concorde? era aquel avión estrecho, con la punta hacia abajo y las alas enormes, que unía París con Nueva York sin que te diese tiempo a ver entera la versión extendida de "La compañía del anillo"... Hace ya unos cuantos años que dejó de volar, con lo cual si vuestro sueño era poder desayunar a la misma hora dos veces  (manteniendo el tema hobbit) en el mismo día en dos continentes distintos, lo sentimos, no va a poder ser...



No voy a hablar de las características aeronáuticas del Concorde. No tengo ni repajolera idea. Para mí sigue siendo un misterio que los aviones sean capaces de despegar, como para entender que haya algo que puede viajar a más de 2000 km/h... Lo que quiero hablar es de lo que pasó mucho antes del que el primer Concorde despegase, y de como en el fondo sigue pasando muchas veces.

Más allá del nombre, o de la fama que pudiese alcanzar, el Concorde fue un auténtico fracaso económico. Como muchas otras aventuras, diréis... No, lo curioso del Concorde es que cuando todavía no se había terminado de realizar el primer avión ya se sabía que el pedazo de chatarra más rápido de la galaxia (hasta que llegó el Halcón Milenario, ofcourse) sería una ruina económica. Lo que hace que se hable del "efecto Concorde" no es su velocidad, sino que a pesar de que las empresas implicadas en su fabricación sabían que sería un fracaso sin precedentes siguieron adelante con el proyecto. ¿Por qué lo hicieron? Porque cuando se dieron cuenta de la cagada metedura de pata, ya habían gastado tanto dinero que se sintieron "obligados" a seguir hacia delante, a cualquier precio... nunca mejor dicho...

Podemos pensar que eso solamente pasa en las grandes empresas... pero en el fondo nos pasa a todos mucho más a menudo de lo que creemos. Nos pasa cuando pensamos en cómo continuar nuestro camino y en vez de realizar un análisis frío sobre lo que el futuro nos puede deparar nos centramos en repasar el camino que nos ha llevado hasta allí... y acabamos tomando una decisión motivada solamente por los esfuerzos que hemos hecho antes... nos pasa en nuestras relaciones de pareja, nos pasa en nuestra formación, (gente que acaba carreras de las que nunca ejercerá, no porque no encuentre trabajo, sino porque sabe desde mitad o antes de la misma, que simplemente aquello no le gusta), nos pasa a veces en nuestro trabajo... me ha costado tanto llegar hasta aquí que me voy a quedar, aunque no sepa si es lo que quiero... o mejor, como me ha costado tanto llegar hasta aquí, acabo por convencerme de que eso es lo que quiero...

Y vosotros... os habéis parado a pensar en porqué tomáis las decisiones que tomáis... ¿lo hacéis pensando los resultados futuros o en los gastos pasados...?

Muchas gracias y buena lectura.

Imagen: "Concorde heck" by [1]. Licensed under Public Domain via Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Concorde_heck.jpg#mediaviewer/File:Concorde_heck.jpg