viernes, 31 de julio de 2015

De estudiantes y aprendices

Hoy es el último día de curso. A punto de coger las vacaciones es un buen momento para reflexionar sobre una de mis pasiones, la educación y el aprendizaje. Presiento que alguna de mis reflexiones no gustará, pero me da igual.

Llevo dos años trabajando como profesor en una Universidad y de vez en cuando (principalmente en los períodos de exámenes, sobre todo en convocatorias extraordinarias) escucho en boca de otros compañeros una frase-mantra-queja "es que no estudian para aprender, estudian para aprobar". No voy a negarlo. Esa frase también ha salido de mi boca. Y diría más. Esa frase también llegó a mis oídos en mis primeros tiempos de estudiante universitario (ahora en esta segunda etapa, como no escucho/veo a los docentes no he tenido todavía la posibilidad de escucharla, pero seguro que lo piensan).

¿Hay algo de malo en estudiar para aprobar y no para aprender? No voy a entrar a hacer juicios de valor sobre eso, seguramente cada cual tenga su propia idea al respecto. Pero si querría intentar responder a otra pregunta. ¿Por qué el estudiante estudia para aprobar? Según mi opinión lo hace porque es exactamente lo que se le pide que haga, no de una manera directa (no conozco ningún profesor que entre en clase el primer día diciendo "yo lo único que quiero es que aprobéis mi asignatura, me importa un bledo si aprendéis o no",  aunque a lo mejor haberlos hailos, como las meigas). No, no se les pide directamente, pero el sistema tiende a premiar la capacidad de reproducir conocimientos mucho más que la capacidad de aprendizaje. Y el estudiante se organiza (consciente o inconscientemente) en torno a ese objetivo.

¿Por qué tengo esa opinión? Por poner algunos ejemplos: el mejor expediente académico de mi promoción de fisioterapia  empezó periodismo un año después (donde curiosamente volvió a tener mención como mejor expediente académico, luego le perdí la pista, quizás siga coleccionando menciones). Como he dicho antes, el sistema recompensa la capacidad de aprobar y no la capacidad profesional que sería deseable que uno adquiriese durante la formación. Más ejemplos. Después de la universidad, el sistema MIR, o el sistema laboral de oposiciones del estado a cargo público (enfermería, fiscalía, notarios, por citar algunos, o incluso registradores de la propiedad que acaban llegando más lejos) están organizados de tal manera que son los mejores estudiantes y no los mejores profesionales los que destacan. Se valoran los conocimientos y no las capacidades. Y antes de la universidad, durante muchos años la elección de carrera se realizaba exclusivamente en base a la nota obtenida, sobre todo en una prueba de tres días, que no dejaba de ser una oposición (Selectividad, esa palabra que provocaba sudores fríos entre mis compañeros) ¿Y seguimos preguntándonos porqué los estudiantes se preocupan por aprobar y no por aprender? Quizás nos hace falta un poco de autocrítica, ¿no? Llámalo X, o condicionamiento operante, pero si la conducta que se refuerza es la de aprobar, ¿qué esperamos que hagan?

Incluso la raíz etimológica nos tendría que decir algo. Existe una diferencia abismal entre un estudiante y un aprendiz. El estudiante, por definición estudia. El aprendiz aprende. En los oficios, el aprendiz que no aprendía no progresaba, de la misma manera que el estudiante que no estudia no consigue pasar los cursos a la vez que otros compañeros. El aprendiz que estudiaba era por su propia motivación intrínseca. Del mismo modo el estudiante que aprende lo hace por motivación interna no por que el entorno le favorezca esa disposición.

Lo que me lleva a otra reflexión. Dicen los expertos que es necesario saber motivar a los estudiantes (para convertirlos en activos), pero ¿cómo se motiva? ¿cuáles son los conocimientos pedagógicos de los docentes universitarios? Del mismo modo que estudiar no es aprender, saber no es enseñar.

Muchas gracias y buena lectura. Y buen verano!!!


2 comentarios:

  1. Hola Luis, yo personalmente considero que el verdadero profesor es el propio estudiante. La motivación debe ser algo intrínseco que mueva montañas y genere inquietudes. Si es cierto que el profesor debe hacer ver esa cuestión al alumno.

    Un saludo!!

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  2. Magnifica entrada Luis!!!

    Creo que una de las claves esta en la Emoción. Tener un profesorado apasionado y bien centrado en tener claro que es mejor enseñar menos pero con emoción, que enseñar lo de siempre y mucho, como el que lee una presentación power point en una ponencia sin meter ningún tipo de emoción.

    En la práctica, un puntazo seria darle la oportunidad a los fisios de acompañar 12 horas a los pacientes para ver como ese proceso postquirurgico, esa amputacion, esa hemiplegia afecta al paciente y a su entorno.

    Hacerle ver a los fisios que tratan con personas y no son libros... y que sin tener una buena base en los libros uno se pierde entre los síntomas y signos de cada paciente.

    Todos recordamos de las practicas clínicas ese paciente que nos llego al corazón... No el que mejoraba adecuadamente, sino el que nos hacia volver a la biblioteca a mirar mas libros o en mi caso, a hablar de su problema con otros compañeros tomando un café para saber su opinión.

    Sentir la fisioterapia...ahí esta una de las grandes claves.

    Un abrazaco

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