sábado, 1 de noviembre de 2014

Comiendo en Málaga... algo mejor que los espetos.

            Hoy era día de fiesta. Y como era día de fiesta me fui a comer con unos amigos. ¿Qué amigos? Unos fisiofrikis como dice mi chica.  Los de Fisioterapia Sin Red, que celebraban el día grande del pueblo, #1NFSR lo llaman. ¿El lugar elegido? Málaga. ¿Los anfitriones? Esplendidos, con todo a pedir de boca. ¿Los cocineros? Excelentes ¿El menú? A la altura de los paladares más exquisitos. Y como ahora todos estamos muy puestos en masterchefes y topchefes, pues eso, que me voy directo a contarles la comida.

De Primero: Trampantojo de collarín
            Es lo que tienen los trampantojos, que una vez que los ves hechos, pues parece muy fácil, de eso que te vienen ganas de decir "eso lo puedo hacer yo si me pongo, y además, sin esforzarme". Pero hay que ponerse. Y no todos lo pueden hacer. Y muy pocos sin esforzarse. A Elena Bueno le dieron uno de los ingredientes más complicados en la cocina de la fisioterapia: el paciente que no quiere ser tocado. Y se lo aderezaron con un aliño que complicaba la situación: 150 pares de ojos que le pedían a gritos que lo tocase. Y con esos ingredientes hizo lo mejor que podía hacer, llevar el tratamiento hacia un no tocar. Como dicen los Chicotes y los Pepes: al producto tienes que darle lo que pide el producto. Y cuando nos toca un paciente que no quiere ser tocado, quizás no hay que olvidar ese "pequeño" detalle. Tocar todo lo necesario y lo mínimo imprescindible.
            Cuando luego nos contó como había cocinado el plato aprecié mucho mejor su preparación y la dificultad que había detrás. Y sobre todo me dejó una píldora para reflexionar a partir del lunes. ¿Por qué demonizamos la estabilización pasiva en la columna cervical a la vez que la justificamos en muchas otras partes del cuerpo, como por ejemplo el tobillo? Si  un tobillo es inestable (no hipermóvil, inestable) colocar un vendaje funcional que lo estabilice pasivamente no sorprendería a nadie.... y entonces...  ¿por qué nos llevamos las manos a la cabeza (nunca mejor dicho) ante un trampantojo de collarín?. Pues eso, a pensarlo.
Valoración del plato: retrogusto poderoso.

De Segundo:  Ternera gallega con Atún de Almadraba.
            Me lo habían dicho: Carlos Rodríguez cocina bien y enamora al auditorio. Dicho y hecho. De lo segundo no voy a hablar, ya quedan de muestra algunos tuits en los que mis compañeras se lo repartían cual botín de guerra, un trocito para cada una, (si los chicos hubiésemos dicho algo así de Elena, nos hubiesen dicho de todo, pues desde aquí lo digo yo ahora, Elena, tú no te achantes, que tienes tantos fans como Carlos). Del plato que preparó no puedo no opinar. Alguno dirá que si te dan un buen producto es imposible hacer algo malo con ello. No estoy de acuerdo. Algunos pacientes son como las trufas blancas de Alba, deliciosas e increíbles, pero tremendamente delicadas y difíciles de manejar. Pues ese fue el ingrediente estrella de su menú. Un paciente en apariencia ideal, pero que en manos equivocadas o poco atentas podría resultar muy difícil de tratar.
            Un baile. Una obra de ciencia (que no de arte). Mimando al producto, sabiendo en cada momento que es lo que el producto necesita. Respetando una de las máximas de los buenos cocineros, y que debería estar colgada en las consultas de todos los fisios "No añadas más sal de la que hace falta, que luego no hay manera de quitarla". Hacer más no es hacer mejor. Su diálogo continuo con el paciente no es una técnica de fisioterapia. Pero si no se tienen esas capacidades las técnicas a veces se quedan en agua de borrajas.
            Y del mismo modo que no hay carnes o pescados, sino comida, Carlos nos enseñó, (sin educarnos) que no hay neuro y trauma, sino personas. A ver si a fuerza de que nos lo repitan vamos haciendo la digestión.
Valoración del plato: Una de esas ocasiones en las que la comida (o la fisioterapia) va más allá de su función primaria y alcanza valores estéticos (y sin dejar de alimentar).

De Postre: Deconstrucción de Fisioterapia.
            Azúcar. Huevos. Harina. Con esos tres ingredientes se cocinan la mayor parte de los postres. Si no sabes muy bien que hacer con ellos te hará falta añadir otros ingredientes: vainilla, frutas, chocolate... que complican la receta pero enmascaran las debilidades. En la fisioterapia pasa lo mismo. Anatomía. Biomecánica. Valoración. Claro que si no tienes todo eso controlado te hacen falta un montón de técnicas para rellenar la sesión. Pues Lluís Puig hizo exactamente eso, quitar todos los adornos y volver al ABC de la fisioterapia: anatomía (de primero), biomecánica y fisiologia articular (ídem), y valoración (ídem de ídem). Y solo con eso y sin adornos nos presentó el postre que todos queremos saber hacer y que no nos cansamos de comer. Un paciente que está a punto de operación y que descubre que no se va a poner la bata de quirófano.
            Que un cocinero como él diga tranquilamente que a un paciente podría hacerle unos activos asistidos, que llame a un ejercicio arremangar, que diga que pondría una electroterapia para potenciar, que relaje un hombro mirando al tendido como quien no quiere la cosa y que consiga que los comensales nos lo comamos todo con gusto y asintiendo demuestra que ser fisioterapeuta no es acumular técnicas ni decir palabras raras, como ser cocinero no es tener muchos cacharros en la cocina ni complicarse la vida con nitrógeno líquido o electrolísis varias.
Valoración del plato: equilibrio perfecto entre sabor, presencia y aporte energético. El postre de los campeones....


Se que el menú continuó, que hubo licores y café. Me quedé con ganas de probarlo. Alguno de los comensales lo contará. Pero yo ya estaba lejos, en un avión, pensando en todo lo que tengo que desaprender para seguir aprendiendo.

Muchas gracias y buena lectura.

2 comentarios:

  1. Bueníisimo Luis, gracias!!! Me lo voy a comer a tu salud, en este domingo saliente de guardia!

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    1. Con un poco de retraso, pero muchas gracias. Espero que la lectura aprovechase

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